miércoles, 27 de abril de 2011

¿TRISTEZA O DEPRESION ?




¿Qué enfermedad tan sombría es aquella que nos hace desconectarnos del mundo, nos saca el placer de vivir y nos lleva a sentir que nada tiene sentido?

Ni la familia o los amigos pueden reconfortar a quien está en esa situación, y mucho menos las invitaciones a salir a comer afuera, a ir al cine o hacer un viaje corto. El malestar no se resuelve con ninguna distracción.

No se puede dormir plácidamente, el futuro deja de importarles, la rabia les invade a ratos y las personas que les aman empiezan a alejarse desconcertadas con tales conductas.

Incluso, de cierta forma, hay quienes en medio del sufrimiento sienten envidia al ver que las personas a su alrededor pueden salir adelante con sus vidas, con sus tareas y sus distracciones, mientras ellos no saben lidiar con las rutinas más elementales.

Algo dentro de la persona se rompe, y ésta padece una imposibilidad de percibir, de reencontrar algo fundamental que le dé sentido a los días actuales y a aquellos que ya pasaron.

Algunas veces es posible identificar cuándo fue que todo comenzó: a veces es porque la persona perdió a alguien muy querido. O porque se da cuenta de que está envejeciendo, y percibe que su vigor y salud no son los de años atrás. Ese tipo de transiciones traen nostalgia de momentos que nunca volverán, y esa constatación es impactante. Allí es que las palabras de los demás empiezan a sonarles vacías, el deseo desaparece, y el desempeño en los estudios, el trabajo, la vida social o las tareas domésticas empieza a verse afectado.

Cuando quienes siempre cuidaban su apariencia empiezan a mostrar un aspecto desaliñado en público, y se muestran con la misma ropa en situaciones que exigen mayores cuidados; o cuando sus expresiones visuales o verbales se ven afectadas, el problema es serio. Recordar, expresarse, desear y proyectar parecen tareas imposibles. Y que la persona recupere esas capacidades es posible, siempre que se haga con la ayuda adecuada de un profesional. Para enfrentar la depresión, el terapeuta y el paciente construyen un espacio de relación donde el inconsciente sale a flote, exponiendo la forma en que la persona construye sus ideas y creencias, sus miedos, sus angustias; el objetivo del profesional debe ser que la conciencia del paciente pueda dialogar con sus deseos y respetarlos. La transformación no será fácil, pero sí un proceso existencial. El resultado, sin embargo, siempre valdrá la pena

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